¿HA EVOLUCIONADO GEOLÓGICAMENTE LA PENÍNSULA IBÉRICA?

El relieve terrestre hace referencia a las formas que tiene la corteza terrestre o litosfera en la superficie, tanto al referirnos a las tierras emergidas, como al relieve submarino, es decir, al fondo del mar.

El relieve de un lugar evoluciona de forma constante a causa de una gran diversidad de factores climáticos, litológicos y estructurales, que actúan ante el modelado del relieve.

Los principales agentes modeladores del relieve son olas, glaciares, vientos y todo tipo de escorrentías. Del mismo modo existen diversos procesos geológicos que actúan sobre el relieve de un determinado espacio y que a su vez  influyen en la variación de una zona continental, como es el caso de la Península Ibérica.

Entre los procesos geológicos externos, también conocidos como exógenos se pueden destacar dos grandes métodos: la meteorización de las rocas y la denundación del relieve. En ambos procesos, que modifican el paisaje, se encuentran la erosión, el transporte y la sedimentación, es decir, quitar material de un lugar, transportarlo y acumularlo en otras partes. El proceso tiene lugar de forma coordinada, de forma que se erosionan las partes más elevadas, transportándose el material a las zonas más bajas donde se produce la sedimentación. La meteorización tiene la particularidad de que no existe una habitual erosión y transporte, sino que se produce la disgregación de las rocas de forma química o mecánica sin que los fragmentos sean arrastrados.

El resto de procesos geológicos son fuerzas internas que se oponen al proceso erosivo, creando continuamente nuevos relieves, tales como la actividad sísmica, la actividad volcánica o la actividad tectónica.
Asimismo, zonas marinas pueden pasar a ser continentales por motivos como bajadas o subidas del nivel del mar (cambios eustáticos) como consecuencia de la variación del volumen de agua de los océanos y de la variación en la forma de las cuencas oceánicas e incluso por motivos como subidas o bajadas del propio continente.

Por cada uno de estos factores, se podría asegurar que todo relieve cambia y evoluciona de forma constante, pues todos los factores mencionados, tanto geológicos internos, como externos, actúan diariamente en el relieve, provocando un cambio lento pero siempre permanente.